El ejército inició una dura campaña de hostigamiento contra todo el arco opositor
PARÍS.- Mientras las luces de los reflectores atraen la atención del mundo hacia Siria, otras violaciones a los derechos humanos se multiplican al amparo de las zonas en la sombra. Ése es el caso de Egipto, donde el régimen militar no sólo continúa persiguiendo a los partidarios del depuesto presidente islamista Mohammed Morsi, sino que lanzó una campaña de hostigamiento contra todos los opositores: laicos, liberales, simpatizantes de izquierda o periodistas.
El martes, mientras la cabeza del planeta estaba puesta en las armas químicas del régimen sirio de Bashar al-Assad, los generales egipcios aprovecharon para extender por dos meses el estado de urgencia en todo el país. Y si bien su nuevo presidente interino, Adly Mansur, afirma a quien quiera oírlo que "la era de los gobiernos faraónicos se terminó", la realidad es mucho más amenazadora de lo que parece.
Vigente desde los años 50, la ley de urgencia, que anula el derecho a juicio e ignora los abusos policiales, constituyó el detestado símbolo de los excesos de Hosni Mubarak. La regla fue levantada tras su derrocamiento. Ahora, los militares volvieron a imponerla, invocando problemas de seguridad.
Desde el golpe de Estado para derrocar al único presidente democráticamente electo de la historia egipcia, el 3 de julio, unos 2000 civiles murieron en general baleados por la policía, según fuentes independientes. Los Hermanos Musulmanes, el partido de Morsi, es objeto de una auténtica cacería humana. Cada día se anuncia la captura, encarcelamiento y juicio de docenas de sus líderes.
Si bien Mansur proclama que Egipto "nunca más será un Estado policial y los civiles jamás volverán a ser enjuiciados por tribunales militares", 11 miembros de la cofradía islamista acaban de ser sentenciados a cadena perpetua por un juez militar.
Pero los islamistas no son ya el único blanco del régimen. Ahora, el gobierno egipcio se lanzó a la caza de los liberales, los sectores más progresistas e, incluso, los periodistas. Excepto en Internet, todas las voces críticas al régimen están siendo silenciadas, con frecuencia por la fuerza.
El Grupo 6 de Abril, reconocido por su papel en el movimiento que terminó con los 30 años de poder absoluto de Mubarak en 2011, anunció el miércoles pasado que la policía irrumpió en sus locales sin autorización oficial y detuvo a muchos de sus miembros.
El mismo día, el gobierno presentó una denuncia ante un tribunal militar contra Ahmed Abu Deraa, un periodista que cubre el norte del Sinaí, donde los militares egipcios enfrentan una creciente resistencia de los militantes islamistas.
El gobierno también cerró media docena de canales de televisión proislamistas, mientras aquellos que apoyan al régimen siguieron transmitiendo sin problemas.
MANIPULACIÓN
"La forma en que los militares intentan manipular los medios son infinitos. También lo son los controles draconianos de todo tipo, la manipulación de la justicia, la omnipresencia de los servicios de seguridad y las restricciones impuestas a las organizaciones civiles", afirma el experto francés Gilles Kepell.
Incluso las mezquitas pagarán su tributo: el ministerio de Asuntos Religiosos anunció que vetará a unos 40.000 predicadores sin licencia y "purgará" a aquellos considerados sin calificaciones suficientes.
Lo paradójico del caso es que la brutalidad del nuevo régimen es apoyada, incluso con entusiasmo, por la mayoría de los egipcios. Las encuestas de opinión demuestran que la gran mayoría acusa a los Hermanos de ser responsables de la violencia y quieren que la cofradía sea prohibida para siempre. Las manifestaciones de protesta contra el golpe que derrocó a Morsi sólo encontraron una feroz represión policial y una amplia indiferencia por parte de la población.
Es verdad que la gente común tiene la sensación de haber recuperado la calma después de meses de agitación. El estado de urgencia impone una relativa seguridad; la generosa ayuda proveniente de algunos ricos países del Golfo (como Qatar y Arabia Saudita), encantados con la derrota de los Hermanos, puso punto final a la penuria de combustible y está evitando una estrepitosa caída de la moneda egipcia.
Más paradójico aún es que todas esas medidas represivas son apoyadas por Al-Azhar, la universidad estatal, sede de la ortodoxia islámica.
"Tampoco se oyeron estruendosas protestas por parte del movimiento archipuritano salafista, rival islamista de los Hermanos Musulmanes. Prueba de que Medio Oriente es una bolsa de gatos", afirma Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS). Con los ojos puestos en las futuras elecciones, los salafistas del partido Nour acusaron públicamente a los Hermanos de haber demolido el proyecto islamista.
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