martes, 30 de julio de 2013

Egipto en caída libre

El nuevo régimen busca satisfacer los deseos de las potencias occidentales, lo que conduce irremediablemente a un choque frontal con los islamistas
Por Eugenio García Gascón - Jerusalem
Seguidores del depuesto presidente Mursi se enfrentan a opositores del expresidente a las afueras de El Cairo.

Seguidores del depuesto presidente Mursi se enfrentan a opositores del

expresidente a las afueras de El Cairo.FAYEZ NURELDINE / AFP


Uno de los responsables del gobierno local de Giza, un departamento situado junto a El Cairo, dice que los Hermanos Musulmanes egipcios han desembolsado una importante cantidad de dinero para adquirir armas en el extranjero. Fatem Fadel no ha precisado a quién han pagado los islamistas ni ha facilitado detalles adicionales al respecto, pero no es la primera vez que las autoridades golpistas realizan acusaciones de este tipo desde el golpe de estado del 3 de julio.
Hace apenas unos días las autoridades ya denunciaron una supuesta aprehensión de armas que los islamistas querían introducir en Egipto desde Sudán, aunque tampoco aportaron pruebas que lo corroboraran. Es difícil saber si estas acusaciones tan graves van en serio o son un acto más dentro de la guerra de propaganda que corre paralela a la lucha de poder que se vive en el país desde mucho antes del golpe.
Una pregunta inquietante es si la situación en Egipto se deteriorará rápidamente hasta caer fuera de todo control, llegándose a una guerra civil similar a la de Siria o Irak, y la respuesta dependerá tanto de la actitud que muestre el régimen como de la que muestren los islamistas a corto y medio plazo.
Una diferencia importante con respecto a Siria es que en Egipto todavía no se han involucrado otras potencias regionales que en Siria están financiando sin restricciones a los rebeldes con el apoyo tácito o expreso de las potencias occidentales.
En Egipto esas potencias guardan las formas de momento, aunque el hecho de que la administración Obama todavía no haya decidido si está delante de un "golpe de Estado", o que la responsable de la política exterior de la UE Catherine Ashton haya visitado recientemente El Cairo, muestran claramente de qué lado están las grandes democracias occidentales.
A todo esto hay que añadir que los islamistas, al menos los Hermanos Musulmanes, históricamente han repudiado la lucha armada. Esto ha sido así desde mediados de los sesenta, cuando fue ejecutado en la horca el gran ideólogo del grupo Sayyid Qutb acusado de participar en la preparación de un golpe contra Nasser.
Lo sorprendente es que en las últimas cuatro semanas apenas se han registrado un par de incidentes que podrían calificarse de "terroristas" con la explosión de artefactos rudimentarios. Puesto que si es verdad que la Hermandad abomina de la lucha armada, Egipto posee una larga y sangrienta tradición de grupúsculos islamistas más radicales que la han practicado sistemáticamente durante décadas.
Es extraño que estos grupúsculos no se hayan despertado todavía y no hay que descartar que lo hagan pronto. Si así ocurre es muy probable que el régimen militar se imponga durante mucho tiempo y que se vuelva a la situación que se vivió durante las tres décadas de Mubarak, aunque en realidad ya nos encontramos en un momento muy parecido.La comparación con Siria quizás no sea oportuna en los detalles, como tampoco lo es la que se puede establecer entre Siria e Irak, ahora bien, todos los indicadores que estamos viendo sugieren que en Egipto se puede consolidar una situación de violencia endémica, quizá distinta a la de Siria e Irak, con grave perjuicio para toda la región.
Importar la democracia
El principal responsable de la crisis egipcia es el departamento de Estado, un órgano que hace unos años fue tomado por visionarios neoconservadores que llevaron al Pentágono a la invasión de Irak prometiendo democracia en cuatro días. Desgraciadamente el plan sigue adelante al coste que sea. Irak se encuentra mucho peor que bajo la dictadura laica de Saddam Hussein en todos los aspectos y el coste que se ha pagado solo en vidas y éxodos es de magnitudes bíblicas.
Aunque los inquilinos de la Casa Blanca han cambiado, el presidente Obama ha mantenido la ideología neoconservadora en su aproximación a Oriente Próximo, y los últimos países que están pagando su aplicación son Siria y Egipto. Exportar la democracia a países donde hay un fuerte tendencia religiosa, fundamentalista, se ha revelado una tragedia aunque el departamento de Estado todavía no se haya dado por aludido.
El camino que ha tomado el nuevo régimen de Egipto conduce a una colisión frontal con los islamistas y en esta dirección apunta lo que ha ocurrido en las últimas horas en El Cairo y en otras ciudades del país, o la ofensiva judicial contra Mohammed Mursi, que muestra que el expresidente, al menos por ahora, no se pliega a las demandas del régimen y el régimen por su parte lo quiere encerrar en prisión por una larga temporada.
La democracia se aplica en dos etapas consecutivas, con la celebración de elecciones libres y con el respeto del ganador hacia los perdedores. La primera etapa concluyó con limpieza pero el sistema judicial mubarakista -justamente el que ahora manda, y seguramente no es casual- anuló la elecciones legislativas inmediatamente. En las presidenciales, el ganador, Mursi, fue hostigado desde el primer instante por liberales y mubarakistas y el golpe de estado fue una mera cuestión de tiempo.
Se ha de notar que la oposición ni siquiera permitió a Mursi aplicar un programa de gobierno islamista. Lisa y llanamente no se le dio la opción ni no se le permitió gobernar de ningún otro modo. El hostigamiento fue constante y diario, y Mursi fue depuesto sin haber comenzado las reformas de hondo calado que podrían haberse esperado de los Hermanos Musulmanes en el seno de las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad.
El nerviosismo y la desorientación del régimen salido del golpe del 3 de julio son patentes y hay una indicación muy significativa y reveladora en ese sentido: en apenas unos días el régimen, así lo han reconocido mandatarios egipcios, ha destruido el 80% de los túneles que conectaban la franja de Gaza con Egipto y que eran vitales para el abastecimiento de los palestinos de la franja, algo que por supuesto no había hecho Mursi pero tampoco Hosni Mubarak.
En medios políticos se considera que una decisión tan apresurada y firme como esta se orienta a satisfacer a Israel, un pequeño país que tiene mucho peso en Estados Unidos, con la intención de que Occidente adopte una actitud amistosa hacia los liberales, los mubarakistas y los militares que están detrás del golpe, como de hecho está ocurriendo. 
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