Según Estados Unidos, Illia entregó uranio para que el Estado judío iniciara su desarrollo atómico.
Guerra. En la guerra de Gaza de 2009, Israel utilizó bombas fósforo. Nunca usó armas atómicas. | Foto: Cedoc
Que Israel tiene la bomba atómica es quizás uno de los secretos peor guardados en la política internacional. Lo más sorpresivo, en cambio, es que el gobierno de ese país –según publicó esta semana la revista norteamericana Foreign Policy– consiguió desarrollar su programa nuclear con la ayuda de la Argentina, que le vendió óxido de uranio entre 1963 y 1964.
Con ese material, Israel habría fabricado plutonio y habría desarrollado un programa nuclear con capacidades ofensivas.
PERFIL accedió a los 42 documentos desclasificados de la inteligencia norteamericana y británica, que publicó el Archivo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y el Proyecto Histórico Internacional de Proliferación Nuclear (en colaboración con el Centro James Martin para los Estudios de No Proliferación).
Allí se revela que entre 1963 y 1964 el gobierno argentino de Arturo Illia le vendió entreochenta y cien toneladas de óxido de uranio, conocido también como “yellowcake”, que habrían sido empleados como combustible del reactor nuclear de Dimona, en el desierto del Negev.
Allí, según los cables del Departamento de Estado, Israel habría producido plutonio para diseñar armas de destrucción masiva.
Cuando se concretó la transacción, Ben Gurión era primer ministro de Israel y John F. Kennedy ocupaba el Salón Oval de la Casa Blanca. Pese a la estrecha relación entre Israel y los Estados Unidos, el Departamento de Estado temía que un arma nuclear alterara el equilibrio de fuerzas de Medio Oriente y abriera un nuevo frente de conflicto con la Unión Soviética.
Sin embargo, Washington nunca sancionó ni divulgó la venta de uranio argentino a Israel.
El almirante Oscar Quihillalt, director de la Comisión Nacional de Energía Atómica entre 1955 y 1973, fue el principal negociador de la venta de uranio, que se concretó libre de salvaguardias.
El marino e ingeniero de la Universidad de Buenos Aires era, por ese entonces, una figura clave en el mundo de la energía nuclear, ya que fue presidente de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) de la ONU. Pero, quizás, el dato más polémico de su currículum fue haber sido consultor del sha Reza Pahlevi entre 1974 y 1979, cuando nació el primer plan nuclear de Irán.
El 16 de octubre de 1964 Quihillalt se reunió con funcionarios de la embajada norteamericana y les confirmó la venta de uranio, que sería utilizada por el gobierno israelí con “fines pacíficos”.
Sin embargo, la propia Cancillería argentina le envió en enero de 1965 un documento a la delegación estadounidense en el que admitía que en la operación con Israel no se habían estipulado inspecciones según las Normas de Salvaguardias de la AIEA, para verificar qué fin se le daría al uranio.
Este diario se comunicó con la Embajada de Israel en Buenos Aires y con la Cancillería argentina. Allí ni confirmaron ni rechazaron la versión difundida por los cables del Departamento de Estado norteamericano.
Antes de lograr el beneplácito argentino, Israel buscó comprarle ese material a Francia y Sudáfrica. Sin embargo, sólo Buenos Aires aceptó participar de la operación.
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