Eduardo Febbro
Pagina 12
Los peones de la guerra ya están dispuestos en el ajedrez mundial. Cada actor occidental de la ofensiva que se avecina en Siria asumió su rol con un mecanismo de precisión relojera. “Hemos desplazado los medios necesarios para cumplir con la opción por la que opte el presidente. Estamos preparados para actuar al instante”, dijo el secretario de Defensa norteamericano, Chuck Hagel. Los aliados europeos de Washington siguieron el mismo guión. París y Londres han repetido que la responsabilidad del régimen sirio en el ataque con armas químicas perpetrado el pasado 21 de agosto en las afueras de Damasco es “innegable”. El presidente francés, François Hollande, dijo que el “ataque con armas químicas en Damasco no puede quedar sin respuesta”.
El jefe del Estado francés reúne hoy por la mañana a un Consejo de Defensa especial para analizar el esquema sirio. Sin embargo, la decisión final de la intervención no deja lugar a dudas. François Hollande no anunció formalmente la decisión de intervenir en Siria, pero en todas sus declaraciones de tono dramático el mandatario presentó esa acción como la única opción posible. El presidente señaló que Francia “estaba lista para castigar a quienes tomaron la decisión infame de lanzar gases contra inocentes” en un país “donde la guerra civil amenaza la paz del mundo” y donde es preciso asumir “la responsabilidad de proteger a los civiles”.
Washington, París y Londres parecen estar perfectamente coordinados. El portavoz de Barack Obama, James Carney, dijo que no había dudas de que “el régimen sirio es el responsable del empleo de armas químicas”. Hollande reúne a su Consejo de Defensa este miércoles y el primer ministro británico, David Cameron, convocó para mañana al Parlamento para un voto sobre la “respuesta proporcionada” al presunto ataque con gases químicos. Una tras otra, las capitales de los tres países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU fueron dando y poniendo en escena los pasos políticos previos a su participación militar.
Ningún gobierno adelantó los medios que serán puestos en juego en esta operación. Desde ya, Estados Unidos cuenta con varios navíos de guerra que patrullan en el Mediterráneo armados con misiles crucero. Washington tiene diversas bases en el área donde hay aviones para bombardear blancos sirios. Francia y Gran Bretaña cuentan igualmente con barcos en la zona. París podría aportar además los aviones Rafale estacionados en Abu Dhabi y Djibouti. Todo apunta hacia un marco similar al que se instaló cuando la coalición internacional desalojó a las tropas de Saddam Hussein que habían invadido Kuwait en agosto de 1990. No se trató de derrocar al régimen. Estados Unidos y sus aliados dejaron intacta la columna vertebral del poder iraquí, o sea, la Guardia Republicana. Los especialistas se inclinan por una estrategia similar.
Entrevistado por el matutino francés Libération, Vivian Pertusot, director del Instituto de Relaciones Internacionales en Bruselas (IFRI), observa que “la idea consiste en dirigir un mensaje simbólico: decirle a Bashar al Assad que las armas químicas constituyen una línea roja. Los occidentales quieren permanecer dentro de una lógica de respuesta al ataque de Ghuta –el suburbio de Damasco donde se emplearon armas químicas– y no comprometerse en una ofensiva”.
Esto lleva a muchos expertos a evocar un conflicto corto, de no más de dos días. Para completar una intervención militar sin el aval de la ONU hace falta darle credibilidad y contar con el apoyo de más países, en especial de los árabes y también de Turquía. Ankara ya dio su pleno respaldo, mientras que Arabia Saudita exigió una “acción firme y seria” contra Damasco. En Europa, Alemania apoya a la estrecha coalición e Italia la desaprueba por no contar con el visto bueno de las Naciones Unidas. Por otra parte, Rusia llamó a los occidentales “a la prudencia”, mientras que Irán previno acerca de las “duras consecuencias” de una intervención, tanto “en Siria como en la región”. De hecho, la ONU está ausente del juego. Las capitales concernidas invocan hoy un deber de “responsabilidad” y de “protección de los civiles”.
Lo mismo había ocurrido con la intervención de la OTAN en Kosovo, en 1999. De todas formas, con o sin la ONU, las cartas están echadas. En 2011, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 1973 destinada a proteger a los civiles libios. La resolución se convirtió luego en un arma para derrocar al entonces presidente coronel Khadafi, meta que no figuraba en las intenciones del texto de Naciones Unidas.
El presidente sirio, Bashar al Assad, advirtió a Washington que cualquier intervención militar contra su régimen estaba destinada al fracaso. Al Assad calificó de “sin sentido” las acusaciones de Occidente sobre el uso de armas químicas por su parte: “Las declaraciones formuladas por los hombres políticos en Estados Unidos y en Occidente son un insulto al sentido común”, dijo Bashar al Assad. En resumidas cuentas, Occidente va de nuevo a la guerra sin la legitimidad de un voto aprobado por la comunidad internacional en el recinto que la representa, o sea, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esta instancia, compuesta por 15 miembros, cinco de los cuales son permanentes, ha vuelto a tener un papel figurativo.
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