jueves, 31 de enero de 2013

Atrapado en su laberinto, Egipto se debate entre el drama y la tragedia


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 Por Nasama Ali el 31 enero, 2013 
Los manifestantes continúan en lPlaza Tahrir de Egipto
La situación no se estabiliza en Egipto y la oposición ha vuelto a la calle a plantear sus reivindicaciones no satisfechas por la presidencia de Mursi, que se deshizo el pasado mes de agosto, de Husein Tantawi, el mariscal que era presentado como la pieza clave del régimen post Mubarak. Cómo pudo deshacerse el líder del partido Justicia y Libertad, brazo político de los Hermanos Musulmanes, del militar sólo tal vez pueda ser explicado por la penetración del movimiento entre los mandos militares de alta graduación, como mostró el inmediato nombramiento del responsable de inteligencia militar Abdel Fattá al-Sissi, una vez abortado el presumible golpe. La sombra proyectada por los Hermanos sobre el ejército hace sospechar una simbiosis entre poder militar y rigorismo integrista que no deja de ser inquietante. En este complejo entramado ni siquiera Mursi puede considerarse seguro, porque aunque cubra y proteja sus intereses políticos no está del todo subordinado a éstos. Mientras tanto, la presencia en la calle de la protesta por el rumbo de la llamada ‘revolución’ y la voz de los descontentos por la situación de aguda crisis económica que sufre el país, se enrojece frecuentemente de sangre.
Con esta tarjeta de presentación, la principal fuente de recursos, el turismo, se agota porque no dispone de las garantías adecuadas para poder remontar el vuelo y aliviar el panorama del país, al que Herodoto definiera para la historia posterior como ‘regalo del Nilo’. Para que el presidente Mursi pueda acceder a las ayudas multimillonarias prometidas por los EEUU, la Unión Europea y el FMI, tendrá que moderar no sólo su expresión verbal y amueblar adecuadamente el espacio de su ideario, también los excesos de sus compañeros de viaje de la hermandad y, muy probablemente, redefinir otros temas relativos al papel del ejército y la política exterior, pensando en Israel, para acabar en el pragmatismo de la ‘real politik’. Mursi está siendo puesto a prueba con la sentencia del caso de violencia en Port Said de febrero del año pasado cuando murieron 74 muertos tras los enfrentamientos producidos a cuenta del fútbol. Las partes implicadas no se dan por satisfechas por distintas razones con las sentencias de muerte dictadas por los tribunales, unos porque quieren abrir aún más la herida, otros porque ven en ellas una afrenta, sobre todo, cuando los responsables ‘político-militares’ han escapado indemnes.
La polarización del espectro político egipcio no favorece el clima de entendimiento y el necesario sosiego que el país necesita para dejar atrás las crisis política, institucional y económica, que afecta gravemente a una población de unos 82 millones de habitantes en el que una gran mayoría de ellos sobrevive como puede con un par de dólares al día. Por un lado, los seguidores de la Hermandad y sus socios del salafismo, por otro, los sectores laicos, de izquierda, liberales, los coptos y los musulmanes que quieren democratizar y modernizar su país. La crisis política de Egipto, con la Constitución de fondo, aprobada en unas condiciones deplorables de asistencia, de garantías, etc. se produce en condiciones adversas para el país y el Gobierno, que tiene que afrontar problemas tan graves como la falta de liquidez, el déficit público muy elevado, la caída vertiginosa de ingresos, el aumento dela inflación y otros. Ante esta situación, el régimen de Mubarak fue probablemente una pausa del drama político que esperemos no acabe en tragedia nacional.

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