Por . Susana B. MURPHY
“...la prudencia del que escribe consiste en saber aprovecharse de lo que ha leído, de tal manera, que tome lo que ha de tomar y deje lo que ha de dejar”
Abul-Kasim Maslama ben Ahmad
La memoria como fenómeno social y colectivo evoca una fecha y un acontecimiento: el año 1492 nos remite al “descubrimiento de América” y a la expulsión de los musulmanes y de los judíos de España. Así comienzan a bosquejarse las fronteras del Occidente moderno bajo “el signo de la apropiación y la expulsión”.
El abordaje del estudio de la alteridad tiene un carácter interdisciplinario y se asienta sobre la pregunta liminar ¿quién es el otro? El problema se ha planteado en diferentes disciplinas, antropología, literatura, psicoanálisis, historia, arte, estética, y en la imagen de la presencia y/o ausencia del cuerpo. Las respuestas y las miradas son heterogéneas; hoy “el otro” es el extraño, el que viene de algún lugar, de otra parte, el extranjero, es la experiencia de la ajenidad, la diferencia, y la singularidad. En rigor, es preciso recordar que siempre hubo un “otro”, que se metamorfoseó, se transformó en tiempos y espacios distintos sobre la base de la relación/negación, interacción/ rechazo con el poder de turno.
El pasado, presente y futuro se pueden representar mediante la metáfora del espejo en el que se reflejan los cuerpos y se descubren “identidades”, aunque la imagen que ese espejo devuelve no siempre se corresponde con el referente. Así, los espejos deformantes permitieron que Occidente se definiese ventajosamente frente a las representaciones falaces del “otro”, y sus diferentes atribuciones: bárbaro, infiel, hereje, salvaje, nómada, oriental, que provocaron y promovieron la transmutación y profundización de los mitos de alteridad y rechazo.
El mythos nos remite a la palabra generadora de ilusión, como a la palabra generadora de verdad. Así se elabora un relato mítico de la otredad en el que se afirma que Occidente tiene su origen en el mundo clásico, aunque en este caso no será la memoria ni la palabra generadora de verdad la que opere, sino el olvido, la omisión y la mentira. Sobre esta asunción se elimina toda influencia oriental, se desconoce la transmisión cultural de las civilizaciones del Cercano Oriente al mundo griego, la diversidad de la época helenística, la admiración que produjo Egipto en los pensadores clásicos del Renacimiento. Y en su reemplazo se exalta en un continuum el mito de la democracia, la política, la razón, lareligión cristiana y la cultura occidental en un espacio particular y privilegiado, Europa.
Europa consciente de sí y de su territorialidad nace en la historia moderna y se expresa en términos de cristianismo en oposición al mundo musulmán, a los judíos y a los turcos. A partir de fines del siglo XV nace el concepto de eurocentrismo, acompañado por los estudios científicos en el campo de la biología y las ideas de racialidad que culminan en el siglo XIX. Estas reflexiones nos permiten articular el encuentro de la biología con la política y la afirmación de la cultura de la alteridad.
HASTA HOY EGIPTO, EN LA CULTURA OCCIDENTAL, NO ESTA EN AFRICA, ESTA E UN LIMBO ESPACIAL, PERO NUNCA EN AFRICA
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